Cuando se apagan las luces, los fantasmas de la biblioteca, ya libres de presencias importunas, se sientan a la mesa.
Hartos de haber escuchado el relato de sus propias historias, imposibilitados para hablar mientras eran nombrados y juzgados por sus acciones, necesitan ahora contar la verdad.
Sentados en silencio, con las sillas casi pegadas una a la otra, comenzarán la ceremonia:
El hombre que descubrió la traición en su propia cama.
El pintor que se refugió en las montañas y no permitió que lo compraran como una mercancía.
El pescador que naufragó buscando otras tierras.
El condenado a muerte y su última visión de una paloma en la ventana.
El abuelo que deseó volver a ser un niño.
La cuchara que hubiera querido saciar todo el hambre del mundo.
La niña-felino que salió a buscar a su mascota.
El joven que se preguntó por los orígenes de la vida.
La mujer que se aferró a los objetos del pasado y decidió cambiar el rumbo.
El adolescente que murió misteriosamente, víctima del amor.
El hombre revelador de los secretos de otros hombres.
Otros fantasmas los miran y esperan su turno.
Raquel
1 comentario:
Gracias Raquel. Inventemos más relatos para mantener entretenidos a los fantasmas.
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