viernes, 18 de junio de 2010

Murió José Saramago

El autor de libros mundialmente reconocidos como "Ensayo sobre la ceguera", "El evangelio según Jesucristo" o "La balsa de piedra" falleció a las 12.45 GMT aproximadamente, según dieron a conocer los medios españoles.

Saramago nació el 16 de noviembre de 1922 en Azinhaga, un pequeño poblado de Ribatejo (Portugal), a 100 kilómetros de Lisboa, con el nombre José de Souda, el cual fue cambiado luego por el apodo de su familia paterna, Saramago, que el funcionario del Registro Civil añadió al inscribirlo.

Además de la literatura, fue cerrajero, mecánico, editor y periodista. En este último ámbito destacó su labor como director adjunto del "Diario de Noticias", de Lisboa.

En 1947 publicó su primera novela, "Tierra de pecado" y en 1969 se afilió al Partido Comunista Portugués. Tras una larga pausa de casi veinte años, porque no tenía "nada que decir", según él mismo dijo, Saramago incursionó en la poesía entre 1966 y 1975 y publicó "Poemas posibles", "Probablemente alegría" y "El año de 1993". Asimismo, publicó piezas teatrales como "La noche" (1979) y "¿Qué haré con este libro?" (1980).

En 1991 publicó "El Evangelio según Jesucristo", el cual le valió duras criticas de El Vaticano, así como el veto en 1992, cuando la novela se retiró de la lista de candidatas al Premio Literario Europeo. Sin embargo, la obra recibió el prestigioso Premio de la Asociación de Escritores de Portugal dos años después.

No obstante este reconocimiento, tuvo múltiples problemas que lo llevaron a trasladar su residencia a la isla de Lanzarote, en el archipiélago español de las Canarias.

En 1998 recibió el Premio Nobel de Literatura gracias a una obra que profundiza en temas como la muerte, el consumo, la sociedad de masas, el sistema democrático o la idea de la muerte, entre otros.

jueves, 17 de junio de 2010

Tanda de Repuesto

El trabajo con las producciones de los talleristas, nos ha impedido abordar el cuento de David Viñas, espero que podamos hacerlo en la próxima ya que hay nuevos trabajos de compañeros y un cuento de Fontanarrosa "Dudas sobre Erifat,El Eritreo"

Analizando producciones

En esta jornada hemos analizado dos producciones, una de Corina titulada "Mi esqueleto" y otra de Margarita Rodríguez cuyo título es "El Naufragio".Me sentí un poco raro al hacerle algunas sugerencias al primer cuento para luego enterarme que había recibido una mención en un taller literario de Berazategui.Realmente me encantó ese texto.Estoy leyendo algo de Alejandro Dolina y traigo aquí algo que tiene relación con esto que les comento y dice "Corregir un texto, hacerle algunas añadiduras y darle otro formato es una tarea mas cercana al engaño que a la creación".

domingo, 6 de junio de 2010

La casa de Asterión

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que ho hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, cro, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madra; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprndiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distacciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suel, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensantgriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redeentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?



El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

Además de este cuento, debemos leer uno de Ricardo Piglia titulado "La Honda"