jueves, 5 de agosto de 2010

El otro duelo.Cuento de Borges


En estos días de vacaciones, con algunas inquietudes respecto de un concurso organizado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, algunos llevaremos nuestros trabajos al taller.Julio Vinci nos ha dejado para leer este cuento de su maestro Borges.

lunes, 5 de julio de 2010

Un nuevo intento con Borges

Creo que en virtud de lo complicado que resultó la lectura de La Casa de Asterión, Julio Vinci nos propone-como siempre- otro cuento de Jorge L. Borges: El Etnógrafo.Creo que esta vez va a lograr sacarnos algunos comentarios.Eso espero.
Les dejo el cuento:
El caso me lo refirieron en Texas, pero había acontenido en otro estado. Cuenta con un solo protagonista, salvo que en toda historia los protagonistas son miles, visibles e invisibles, vivos y muertos. Se llamaba, creo, Fred Murdock. Era alto a la manera americana, ni rubio ni moreno, de perfil de hacha, de muy pocas palabras. Nada singular había en él, ni siquiera esa fingida singularidad que es propia de los jóvenes. Naturalmente respetuoso, no descreía de los libros ni de quienes escriben los libros. Era suya esa edad en que el hombre no sabe aún quién es y está listo para entregarse a lo que le propone el azar: la mística del persa o el desconocido origen del húngaro, la aventuras de la guerra o del álgebra, el puritanismo o la orgía. En la universidad le aconsejaron el estudio de las lenguas indígenas. Hay ritos esotéricos que perduran en ciertas tribus del oeste; su profesor, un hombre entrado en años, le propuso que hiciera su habitación en una toldería, que observara los ritos y que descubriera el secreto que los brujos revelan al iniciado. A su vuelta, redactaría una tesis que las autoridades del instituto darían a la imprenta. Murdock aceptó con alacridad. Uno de sus mayores había muerto en las guerras de la frontera; esa antigua discordia de sus estirpes era un vínculo ahora. Previó, sin duda, las dificultades que lo aguardaban; tenía que lograr que los hombres rojos lo aceptaran como a uno de los suyos. Emprendió la larga aventura. Más de dos años habitó en la pradera, bajo toldos de cuero o a la intemperie. Se levantaba antes del alba, se acostaba al anochecer, llegó a soñar en un idioma que no era el de sus padres. Acostumbró su paladar a sabores ásperos, se cubrió con ropas extrañas, olvidó los amigos y la ciudad, llegó a pensar de una manera que su lógica rechazaba. Durante los primeros meses de aprendizaje tomaba notas sigilosas, que rompería después, acaso para no despertar la suspicacia de los otros, acaso porque ya no las precisaba. Al término de un plazo prefijado por ciertos ejercicios, de índole moral y de índole física, el sacerdote le ordenó que fuera recordando sus sueños y que se los confiara al clarear el día. Comprobó que en las noches de luna llena soñaba con bisontes. Confió estos sueños repetidos a su maestro; éste acabó por revelarle su doctrina secreta. Una mañana, sin haberse despedido de nadie, Murdock se fue.
En la ciudad, sintió la nostalgia de aquellas tardes iniciales de la pradera en que había sentido, hace tiempo, la nostalgia de la ciudad. Se encaminó al despacho del profesor y le dijo que sabía el secreto y que había resuelto no publicarlo.
-- ¿Lo ata su juramento? -- preguntó el otro.
-- No es ésa mi razón -- dijo Murdock --. En esas lejanías aprendí algo que no puedo decir.
-- ¿Acaso el idioma inglés es insuficiente? -- observaría el otro.
-- Nada de eso, señor. Ahora que poseo el secreto, podría enunciarlo de cien modos distintos y aun contradictorios. No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una mera frivolidad.
Agregó al cabo de una pausa:
-- El secreto, por lo demás, no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos.
El profesor le dijo con frialdad:
-- Comunicaré su decisión al Concejo. ¿Usted piensa vivir entre los indios?
Murdock le contestó:
-- No. Tal vez no vuelva a la pradera. Lo que me enseñaron sus hombres vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia.
Tal fue, en esencia, el diálogo.
Fred se casó, se divorció y es ahora uno de los bibliotecarios de Yale.

Leemos a Cortázar


Las buenas inversiones
Julio Cortazar


Este breve cuento es en el fondo una historia de cronopios, solo que aqui el cronopio tiene un nombre sin hablar de un calentador Primus y otras cosas, se llama las buenas inversiones,Gomez es un hombre modesto y borroso que solo le pide a la vida un pedacito bajo el sol, el diario con noticias exaltantes y un choclo hervido con poca sal pero eso si con bastante manteca, a nadie le puede extra;ar entonces que apenas haya reunido la edad y el dinero suficientes este sujeto se traslade al campo, busque una regi[on de colinas agradables y pueblecitos inocentes y se compre un metro cuadraro de tierra para estar lo que se dice en su casa, esto del metro cuadrado puede parecer raro y lo ser[ia en condiciones ordinarias, es decir sin Gomez y sin Literio, como a Gomez no le interesa m[as que un pedacito de tierra donde instalar su reposera verde y sentarse a leer el diario y a hervir su choclo con ayuda de un calentador Primus ser[ia dificil que alguien le vendiera un metro cuadrado, porque en realidad nadie tiene un metro cuadrado sino muchisisimos metros cuadrados y vender un metro cuadrado en mitad o al extremo de los otros metros cuadrados plantea problemas de catastro , de convivencia, de impuestos y adem[as es ridiculo y no se hace que tanto y cuando Gomez llevando la reposera con el Primus y los choclos empieza a desanimarse despues de haber recorrido gran parte de los valles y las colinas, se descubre que Literio tiene entre dos terrenos justo un rinc[on que mide un metro cuadrado y que por hallarse entre dos solares comprados en epocas diferentes posee una especie de personalidad propia aunque en apariencia no sea m[as que un mont[on de pasto con un gardo apuntando hacia el norte, el notario y Literio se mueren de risa durante la firma de la escritura, pero dos d[ias despu[es Gomez ya est[a instalado en su terreno en el que pasa todo el dia leyendo y comiendo hasta que al atardecer regresa al hotel del pueblo donde tiene alquilada una buena habitaci[on porque Gomez ser[a loco pero nada idiota y eso hasta Literio y el notario estan prontos a reconocer, con lo cual el verano en los valles va pasando agradeblemente aunque de cuando en cuando hay turistas que han oido hablar del asunto y se asoman para mirar a Gomez leyendo en su reposera, una noche un turista venezolano se anima a preguntarle a Gomez porque ha comprado solamente un metro cuadrado de tierra y para que puede servir esa tierra, a parte de colocar la reposera, en tanto el turista venezolano como los otros estupefactos contertulios, escuchan esta respuesta : Usted parece ignorar que la propiedad de un terreno se extiende desde de la superficie hasta el centro de la tierra, calcule entonces !- Nadie calcula, pero todos tienen la visi[on de un pozo cuadrado que baja y baja y baja hasta no se sabedonde y de alguna manera eso parece m[as importante que cuando se tienen 13 hectareas y se tiene que imaginar un agujero de semejante superficie que baje y baje y baje. Por eso, cuando los ingenieros llegan 3 semanas depues, todo el mundo se da cuenta que el venezolano no se ha tragado la pildora y ha sospechado el secreto de Gomez, osea que en esta zona debe haber petroleo. Literio es el primero en permitir que le arruinen sus campos de alfalfa y girasol con insensatas perforaciones que llenan la atmosfera de malsanos humos, los demas propietarios perforan noche y dia en todas partes y hasta se da el caso de una pobre se;ora que entre grandes l[agrimas tiene que correr la cama de 3 generaciones de honestos labriegos, porque los ingenieros han localizado una zona neuralgica en el mismo medio del dormitorio, Gomez observa de lejos las operaciones, sin preocuparse mayor cosa aunque el ruido de las m[aquinas lo distrae de las noticias del diario, porsupuesto nadie le ha dicho algo sobre su terreno y el no es hombre curioso y solo contesta cuando le hablan, por eso responde que no cuando el emisario del consorcio petrolero venezolano se confiesa vencido y va a verlo para que le venda el metro cuadrado, el emisario tiene ordenes de comprar a cualquier precio y empieza a mencionar cifras que suben a razon de 5000 dolares por minuto, con lo cual al cabo de 3 horas, Gomez pliega la reposera, guarda el Primus y el choclo en la valijita y firma un papel que lo convierte en el hombre m[as rico del pais siempre y cuando se encuentre petroleo en su terreno cosa que ocurre justo una semana m[as tarde en forma de un chorro que deja empapada a la familia de Literio y a todas las gallinas de la zona, Gomez que esta muy sorprendido se vuelve a la ciudad donde comenz[o su existencia y se compra un departamento el piso ma[s alto de un rascacielos pues ahi hay una terraza a pleno sol para leer el diario y hervir el choclo sin que vengan a distraerlo venezolanos sabiesos ni gallinas te;idas de negro con la indignaci[on que siempre manifiestan estos animales cuando se les rocia con petroleo puro.

viernes, 18 de junio de 2010

Murió José Saramago

El autor de libros mundialmente reconocidos como "Ensayo sobre la ceguera", "El evangelio según Jesucristo" o "La balsa de piedra" falleció a las 12.45 GMT aproximadamente, según dieron a conocer los medios españoles.

Saramago nació el 16 de noviembre de 1922 en Azinhaga, un pequeño poblado de Ribatejo (Portugal), a 100 kilómetros de Lisboa, con el nombre José de Souda, el cual fue cambiado luego por el apodo de su familia paterna, Saramago, que el funcionario del Registro Civil añadió al inscribirlo.

Además de la literatura, fue cerrajero, mecánico, editor y periodista. En este último ámbito destacó su labor como director adjunto del "Diario de Noticias", de Lisboa.

En 1947 publicó su primera novela, "Tierra de pecado" y en 1969 se afilió al Partido Comunista Portugués. Tras una larga pausa de casi veinte años, porque no tenía "nada que decir", según él mismo dijo, Saramago incursionó en la poesía entre 1966 y 1975 y publicó "Poemas posibles", "Probablemente alegría" y "El año de 1993". Asimismo, publicó piezas teatrales como "La noche" (1979) y "¿Qué haré con este libro?" (1980).

En 1991 publicó "El Evangelio según Jesucristo", el cual le valió duras criticas de El Vaticano, así como el veto en 1992, cuando la novela se retiró de la lista de candidatas al Premio Literario Europeo. Sin embargo, la obra recibió el prestigioso Premio de la Asociación de Escritores de Portugal dos años después.

No obstante este reconocimiento, tuvo múltiples problemas que lo llevaron a trasladar su residencia a la isla de Lanzarote, en el archipiélago español de las Canarias.

En 1998 recibió el Premio Nobel de Literatura gracias a una obra que profundiza en temas como la muerte, el consumo, la sociedad de masas, el sistema democrático o la idea de la muerte, entre otros.

jueves, 17 de junio de 2010

Tanda de Repuesto

El trabajo con las producciones de los talleristas, nos ha impedido abordar el cuento de David Viñas, espero que podamos hacerlo en la próxima ya que hay nuevos trabajos de compañeros y un cuento de Fontanarrosa "Dudas sobre Erifat,El Eritreo"

Analizando producciones

En esta jornada hemos analizado dos producciones, una de Corina titulada "Mi esqueleto" y otra de Margarita Rodríguez cuyo título es "El Naufragio".Me sentí un poco raro al hacerle algunas sugerencias al primer cuento para luego enterarme que había recibido una mención en un taller literario de Berazategui.Realmente me encantó ese texto.Estoy leyendo algo de Alejandro Dolina y traigo aquí algo que tiene relación con esto que les comento y dice "Corregir un texto, hacerle algunas añadiduras y darle otro formato es una tarea mas cercana al engaño que a la creación".

domingo, 6 de junio de 2010

La casa de Asterión

Sé que me acusan de soberbia, y tal vez de misantropía, y tal vez de locura. Tales acusaciones (que yo castigaré a su debido tiempo) son irrisorias. Es verdad que no salgo de mi casa, pero también es verdad que sus puertas (cuyo número es infinito) están abiertas día y noche a los hombres y también a los animales. Que entre el que quiera. No hallará pompas mujeriles aquí ni el bizarro aparato de los palacios, pero sí la quietud y la soledad. Asimismo hallará una casa como no hay otra en la faz de la tierra. (Mienten los que declaran que en Egipto hay una parecida.) Hasta mis detractores admiten que no hay un solo mueble en la casa. Otra especie ridícula es que yo, Asterión, soy un prisionero. ¿Repetiré que no hay una puerta cerrada, añadiré que ho hay una cerradura? Por lo demás, algún atardecer he pisado la calle; si antes de la noche volví, lo hice por el temor que me infundieron las caras de la plebe, caras descoloridas y aplanadas, como la mano abierta. Ya se había puesto el sol, pero el desvalido llanto de un niño y las toscas plegarias de la grey dijeron que me habían reconocido. La gente oraba, huía, se prosternaba; unos se encaramaban al estilóbato del templo de las Hachas, otros juntaban piedras. Alguno, cro, se ocultó bajo el mar. No en vano fue una reina mi madra; no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera.
El hecho es que soy único. No me interesa lo que un hombre pueda trasmitir a otros hombres; como el filósofo, pienso que nada es comunicable por el arte de la escritura. Loas enojosas y triviales minucias no tienen cabida en mi espíritu, que está capacitado para lo grande; jamás he retenido la diferencia entre una letra y otra. Cierta impaciencia generosa no ha consentido que yo aprndiera a leer. A veces lo deploro, porque las noches y los días son largos.

Claro que no me faltan distacciones. Semejante al carnero que va a embestir, corro por las galerías de piedra hasta rodar al suel, mareado. Me agazapo a la sombra de un aljibe o a la vuelta de un corredor y juego a que me buscan. Hay azoteas desde las que me dejo caer, hasta ensangrentarme. A cualquier hora puedo jugar a estar dormido, con los ojos cerrados y la respiración poderosa. (A veces me duermo realmente, a veces ha cambiado el color del día cuando he abierto los ojos.) Pero de tantos juegos el que prefiero es el de otro Asterión. Finjo que viene a visitarme y que yo le muestro la casa. Con grandes reverencias le digo: Ahora volvemos a la encrucijada anterior o Ahora desembocamos en otro patio o Bien decía yo que te gustaría la canaleta o Ahora verás una cisterna que se llenó de arena o Ya verás cómo el sótano se bifurca. A veces me equivoco y nos reímos buenamente los dos.

No sólo he imaginado eso juegos, también he meditado sobre la casa. Todas las partes de la casa están muchas veces, cualquier lugar es otro lugar. No hay un aljibe, un patio, un abrevadero, un pesebre; son catorce [son infinitos] los pesebres, abrevaderos, patios, aljibes, la casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo. Sin embargo, a fuerza de fatigar patios con un aljibe y polvorientas galerías de piedra gris, he alcanzado la calle y he visto el templo de las Hachas y el mar. Eso no lo entendí hasta que una visión de la noche me reveló que también son catorce [son infinitos] los mares y los templos. Todo está muchas veces, catorce veces, pero dos cosas hay en el mundo que parecen estar una sola vez: arriba, el intrincado sol; abajo, Asterión. Quizá yo he creado las estrellas y el sol y la enorme casa, pero ya no me acuerdo.

Cada nueve años entran en la casa nueve hombres para que yo los libere de todo mal. Oigo sus pasos o su voz en el fondo de las galerías de piedra y corro alegremente a buscarlos. La ceremonia dura pocos minutos. Uno tras otro caen sin que yo me ensantgriente las manos. Donde cayeron, quedan, y los cadáveres ayudan a distinguir una galería de las otras. Ignoro quiénes son, pero sé que uno de ellos profetizó, en la hora de su muerte, que alguna vez llegaría mi redentor, Desde entonces no me duele la soledad, porque sé que vive mi redeentor y al fin se levantará sobre el polvo. Si mi oído alcanzara los rumores del mundo, yo percibiría sus pasos. Ojalá me lleve a un lugar con menos galerías y menos puertas. ¿Cómo será mi redentor?, me pregunto. ¿Será un toro o un hombre? ¿Será tal vez un toro con cara de hombre? ¿O será como yo?



El sol de la mañana reverberó en la espada de bronce. Ya no quedaba ni un vestigio de sangre.

-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió.

Además de este cuento, debemos leer uno de Ricardo Piglia titulado "La Honda"