jueves, 30 de agosto de 2012

CINCEL Hace unos cuantos días que lo veo sentado en ese banco de la plaza que está pintado de verde oliva.Mira para los costados, y después se toma la cabeza con las dos manos, como si llorara, pero se recupera y sonríe, se cruza de piernas y se detiene a examinar corazones rotos por flechas de tribus urbanas, con leyendas de amor y data justa. Y su dedo índice acaricia la madera horadada por alguna sevillana en todo el contorno de esa figura que no late. El banco que elige es el que está a la derecha de la estatua de mármol, que en la época de su inauguración representaba a una mujer con las palmas de sus manos abiertas, como dando la bienvenida a los que decidieran descansar entre árboles de jacarandá y tilo. Está tan cerca de la escultura que pareciera, desde donde yo lo veo, que ella apoya su mano sobre el hombro encorvado. Debe tener algo más de sesenta años este tipo- me digo- La figura de esa mujer cincelada, ahora que presto atención, da pena.Y me sobrepongo a esa sensación con rapidez y me pregunto cómo no he advertido el daño que le han hecho esos invitados al paseo, yo que vivo enfrente, cómo puede ser que haya sido cómplice, que nunca los haya visto dañarla, lastimarla. Advierto que ahora abre ese bolso marrón de tela y algo de peso lleva adentro, porque cuando lo levanta es fácil advertir que toma una forma de media luna, se arquea y las manijas parecen cortarse. Lo deja abierto, vuelve a mirar para todos lados, prende un cigarrillo, tira los fósforos dentro de ese bolso y guarda el vicio en el bolsillo de su camisa, del lado izquierdo. Ahora se levanta, que hace? Habla con la estatua, que loco, le toma las manos, en realidad le aferra la mano izquierda, la otra fue cercenada, sube un peldaño, le acaricia el pelo, le susurra algo, parece enternecido, solloza, baja, ahora lleva el bolso en su mano, saca algo de adentro, no puedo verlo bien, está de espaldas a mi balcón, abro la ventana, porque lo escucho gritar, no pide ayuda no, y de repente ella se desmorona. No vas a sufrir más…escucho que dice.

1 comentario:

Raquel Mizrahi dijo...

¡Qué bueno ver publicado otra vez un cuento tuyo, Daniel! Me gustó.
Sigamos dando vida a nuestro querido blog.
Raquel