martes, 22 de marzo de 2011

PINCELADAS

Lito pasaba siempre en bicicleta por la puerta de mi casa.

Después de ayudar a mi mamá a lavar los platos me sentaba en la vereda a esperar a Mabel y Leti que venían a estudiar o, simplemente me quedaba ojeando alguna revista a la sombra del paraíso.

Cierto día se acercó Carmen con el delantal de cocina todavía atado a la cintura y me preguntó: lo viste al Lito? Se fue para allá, le señalé con la mano. Se quedó con los brazos en jarra mirando la calle desierta. “Cuando lo agarre a éste!”, dijo y se fue mascullando no se que cosa.

Por la vereda de enfrente venían caminando las chicas, cuando se acercaron las saludé y entramos. Me gustaba estar a esa hora en casa porque mi hermano, que iba al industrial, martes y jueves tenía educación física y los otros días taller; mi mamá, después de ordenar la cocina, se acostaba a dormir la siesta, entonces tenía toda la casa para mi.

Primero pasamos por la cocina, preparé tres vasos de jugo de naranja y un plato con galletitas. Luego fuimos a mi cuarto, copiamos las letras de algunas canciones, escuchamos Abbey Road y ensayamos algunos pasitos de moda antes de meternos de lleno a contestar las treinta preguntas del cuestionario de historia y calcar los mapas de geografía para la clase especial que teníamos que dar el viernes siguiente.

Al atardecer salimos. Yo iba a acompañar a las chicas hasta la esquina como de costumbre, cuando veo a Carmen con tres o cuatro personas más, entre ellas mi madre. Cuando me ve, se apresura a venir a mi encuentro y me dice: “vamos para adentro”. “Pero las chicas se tienen que ir- le digo- las acompaño hasta la esquina”. “Bueno, pero rapidito” fue su respuesta. Obedecí sin chistar. Me despedí de mis amigas y entré; algo raro había en el ambiente.

Luego mamá me explicó que la madre de Lito estaba preocupada porque encontró una nota en su cama que decía: “No me esperen, no voy a volver, los quiero mucho.” Aunque pensaba que era un berrinche por una discusión que habían tenido.

A los pocos días estábamos cenando cuando mamá le dijo a papá, dando algunos rodeos y eligiendo bien las palabras que Carmen estaba destruida.

Resultó ser que mientras ella creía que su hijo iba a la casa de un amigo para preparar el ingreso a Medicina, él se escapaba con una noviecita que tenía, y que, entre escapada y escapada, la chica quedó embarazada.

Ahora es chofer de una empresa de colectivos y tienen cuatro hijos. De vez en cuando viajo con él cuando voy al Clínicas a hacer las guardias.

MARGARITA RODRÍGUEZ

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