domingo, 10 de abril de 2011

Marfil

Odio el continente africano, su fauna la ignoro. Me siento como un superhéroe cuando hago girar el mapamundi a la velocidad de una burbuja en la que el color celeste parece querer inundar la clase, pero el terracota africano asoma, pasa y pasa hasta que con el dedo índice de mi mano derecha detengo abruptamente el globo. Pero siempre está ahí. Hasta que me manda la señorita a sentar,porque vas a romper eso, dejá de jugar.
En realidad mi enojo no es con los africanos, al contrario, me parece un pueblo que a pesar de todo canta y la música de sus tambores llega hasta mí .Mi bronca es con el elefante por lo que le hizo,o mejor dicho no hizo,por don Rubén, el papá de mi amigo.
Cuando éramos chicos yo pasaba a buscar a Julio por su casa los sábados a la mañana para ir a jugar al fútbol a un campito que está cerca de las vías y donde nos enfrentábamos barrio contra barrio en un duelo sin padrinos. A veces tenía que esperar que Julio se vendara los tobillos porque a él le pegaban mucho, era un crack, no sé donde hubiera llegado si se dedicaba en serio como le pedía el padre.
Y es para esa época en que comienza lo del mamífero y siguió así hasta hoy.
El padre era un tipo genial, tenía un taller mecánico y si alguna vez caía un tractor nos dejaba subir a esas moles sin problemas y meter cambios y jugar a la buena cosecha, soñar con las lluvias a tiempo y esas cosas de las que hablaban los chacareros. A los autos de los clientes, ni asomarse por la ventanilla.
Encima del aparador de la cocina, entre algunas cajas de repuestos engrasadas que dejaban pegadas las huellas dactilares, de las buenas, de las del trabajo, había un elefante que tenía en la trompa un billete enrollado, enroscado, como si llevara un tronco verde o gris. Nunca supe el valor, nosotros nos manejábamos con monedas.
De lo que no tengo dudas es que se trata de un animal embustero y no me importa nada si pierde su marfil por cazadores furtivos que son como odontólogos malvados, porque mucho más perdió don Rubén que murió en la pobreza.
Ahora Julio sigue con el taller y cuando por alguna pavadita le llevo el auto hasta el barrio, nos acordamos de esos sábados .Miro el mueble, sigue estando ahí arriba, más sucio, con el mismo billete, Julio lo conserva, “es un recuerdo del viejo” me dice.
D.Urriza

1 comentario:

Unknown dijo...

Muy lindo lo suyo Daniel.Algo que ver con tu niñez?.Te mando un saludo Eduardo