Héctor se había retrasado más que otras veces y ya no le quedaban pretextos originales. Trabajo excesivo, congestión de tránsito, cambio de horario con su terapeuta…
Subió los escalones de dos en dos, y abrió la puerta.
Julia lo recibió con una sonrisa mientras se soplaba las uñas recién pintadas. Encontrarla ocupada en algo personal le alivió la mala conciencia; la había imaginado preparando la cena y esperaba un reproche por el atraso.
-Uh, perdoná la demora, pero cuando salía encontré a un ex compañero de la secundaria y me insistió para que tomáramos un café-dijo Héctor mientras apoyaba el portafolios evitando mirarla a los ojos.
-Llegás justo, el pollo está casi listo. Termino con esto y voy poniendo los platos- contestó Julia con voz neutra.
- Me ducho rápido y comemos, entonces.
Le resultó extraño su buen humor y que no lo hubiera interrogado como otras veces.
El alivio y la culpa se entremezclaban cuando abrió la ducha.
-¡No te apures, a esto le falta otro poquito!-le gritó ella desde la cocina mientras marcaba un número de teléfono-. Hola, podemos hablar tranquilos diez minutos más, ya te extrañaba…-su voz se había endulzado y era apenas un susurro.
Raquel Mizrahi
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