viernes, 13 de julio de 2012

Testigo silencioso

Se pinta los labios a la hora de la siesta con el lápiz que esconde  en el bolsillo de la blusa. Sus cortos dedos hacen el trabajo con torpeza.
Me gusta el contraste de esos ojos inocentes con la mueca de mujer que su boca ensaya.

Siempre está despeinada y se oculta el rostro con un mechón de pelo.
Sufro al ver cómo se lastima la cara, dejando esas marcas que trata de cubrir después sin mucho éxito.

La sombra celeste le ilumina los ojos. Elige una vincha que hace juego con el vestido.
La mirada le brilla y al contacto de sus labios siento celos, porque  sé que ese beso no es para mí.

Tiene el pelo corto y de otro color.
Casi no la reconozco con los ojos hinchados y esas profundas  ojeras que el maquillaje no logra disimular.

La mano le tiembla mientras se peina. Repite los movimientos una y otra vez. Saca el lápiz del bolsillo de la blusa y lo mira confundida. Su boca fruncida ensaya otra mueca y vuelve a ser niña.
Quisiera abrazarla, pero me conformo con guardar su imagen en mi memoria.

Raquel Mizrahi

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