miércoles, 16 de febrero de 2011

Cuestión de piel

Cuestión de piel.
No me creo todas esas historias de los que se embarcan y cuentan acerca de temporales en alta mar sin testigos. He visto peores naufragio con los pies en la tierra. Pero esta en particular la escuché de uno de ellos, luego de una partida de truco en la que nadie mintió un tanto.
Dijo que el sol les arruina la piel, como las sogas cortan sus manos, que todo ese trabajo les da una apariencia de lo que en realidad no son. Ellos suelen ser tipos tímidos y enamoradizos, que generalmente terminan sus días muy solos , que sueñan con sirenas embarradas del Río de La Plata y creen que existen. Las han visto.
Que por aferrarse al amor es que se tatúan un ancla, que es por eso.
Contó el marinero que un día conoció una mujer sincera, porque ella le adelantó que no se enamoraría de alguien que tiene romances en todas las geografías. El le quiso explicar que eso no era cierto, que eran fábulas que alimentaban los mismos navegantes en sus borracheras para no ser menos y sentirse acompañados .
Su aspecto rudo no contribuía con la pretensión de enamorarla y ella, quería amar, pero no sabía si a un hombre como éste.
Me dijo que se animó en uno de esos bares de los puertos que huelen mal pero que tienen a favor las noches en las bahías que suelen encantar. Pocas mujeres resisten un cuarto menguante sin que se acrecienten sus ganas de besar ,por eso el marino se aprovechó y dejó que las horas pasaran mientras disfrutaba el tabaco de pipa que en su dedos parecía como un saxo de madera ardiendo.
Cuando el frío fue visible en el sobaco de los vidrios que goteaban del lado de adentro del bodegón, le susurró al oído que la esperaba en el muelle y luego le dijo casi sin mirarla:
-¿Usted irá?
Ella le respondió con firmeza
-Si la piel está, estaré.

Daniel Urriza

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