miércoles, 16 de febrero de 2011

El Cajero Automático

La señora mayor me tocó con la punta de su bastón, la ví vulnerable, delgadita, encorvada pero como lo hizo a propósito mi mirada fué desafiante .Enseguida me aclaró que necesitaba ayuda así que recién ahí cambié la expresión de la cara .Estábamos en la puerta de un banco, como a eso de las siete de la tarde. Le pregunté que necesitaba, en qué podía ayudarla.
-No puedo sacar mi jubilación-me dijo
Yo estaba apurado, pero de todas maneras entré con ella al sector de los cajeros automáticos.
-Lo único que falta es que nos afanen,- pensé
Revolvió en su cartera y encontró la tarjeta magnética. Como quien no quiere ver a una vieja desvestirse, me distraje a propósito en cualquier cosa para que ingresara tranquila su clave..Es un momento de intimidad.
Llegó gente, ella demoraba, me miraban como si fuera el culpable, yo, hacía gestos para que entendieran que era una pobre abuelita.A veces le dejábamos el lugar al que seguía para que hiciera su trámite y después ella volvía a intentar recordar su acceso, esas cifras para otros inolvidables.
Cuando por fín acertó, el menú que desplegó la máquina en su pantalla le pareció chino básico. Le expliqué las opciones pero la pobre no sabía si antes pedir su recibo, el saldo o extraer dinero. La gente se malhumoraba conmigo, me imaginaban su hijo o algo así. Nada que ver.
De pronto me dijo: ¿Qué banco es este jóven?
-Nación-le respondí
-Ah bueno, no se haga problemas entonces-agregó
-¿Porqué abuela?-le pregunté intrigado
Vengo mañana a la mañana, como hago siempre, total mi nieto es cajero en esta sucursal.
Me sentí como un gil.
Daniel Urriza

1 comentario:

Unknown dijo...

Que tal Daniel.
Lo que comentas fué algo parecido a lo que me pasó a mí.Por ayudar a veces quedas como un tonto.Te mando un abrazo y nos vemos el jueves de la semana entrante a las 18.30 hs.en La Quintana.Eduardo