sábado, 19 de febrero de 2011

La rebelión de los fantasmas

Si bien al principio sentían esas presencias como una intromisión, ahora las echaban de menos. Ya se habían familiarizado con las voces que los traían a la vida. Ahora estaban apagados, vagando por el lugar como lo que eran, almas en pena olvidadas del mundo.

Pero uno, el menos resignado al aburrimiento quizás por su juventud, tuvo una idea que no tardó en transmitir a los demás.

Les hizo tomar conciencia de que siempre habían aceptado su condición sin chistar, permitiendo que otros manejaran su propia existencia, sometidos a la voluntad de unos locos que según su estado de ánimo, inspiración o paciencia, los hacían vivir una vida feliz o desdichada y hasta elegían el modo en que iban a morir. No eran más que letras impresas sobre una hoja de papel.

Pero ahora decidieron cambiar las cosas, tomar por fin las riendas de su vida. Y para lograr eso, primero tenían que salir al mundo real, traspasar las puertas de esa biblioteca donde quedaron encerrados durante tanto tiempo…

Se colocaron en fila con el fantasma más joven a la cabeza y salieron a la calle desierta. Con la luna y las estrellas como únicos testigos, caminaron en silencio hasta la plaza. Al llegar, encontraron a un hombre de larga barba durmiendo sobre un colchón de cartones. Lo rodearon y empezaron a observar que se rascaba la cabeza de tanto en tanto mientras dormía. De pronto, lo vieron abrir los ojos e incorporarse de un salto, mirando aterrorizado hacia todas partes, para luego volver a sumergirse en el sueño. Ellos eran conscientes de su condición, pero por un momento llegaron a pensar que el vagabundo había notado su presencia. Lo dejaron durmiendo y se alejaron calle abajo con la parsimonia propia de los fantasmas, respetando el mismo orden en la fila.

A poco de andar, comenzaron a escuchar a unos perros que se acercaban, y al girar sus cabezas, los vieron ladrar enloquecidos hacia ellos. Después los animales se rezagaron y quedaron otra vez solos en el camino.

Encontraron un basural y se internaron entre los escombros. Necesitaban descansar y se recostaron en unos montículos de tierra.

Cuando al amanecer llegaron los hombres con los camiones a recoger la basura, miraron sorprendidos un remolino de hojas que se elevaba hacia el cielo como bailando una danza.

Raquel Mizrahi

3 comentarios:

Unknown dijo...

Que tal Raquel
Acabo de leer tu cuento.Me cuesta comprenderlo......Tal vez signifique que con el elevarse en el aire bailando de felici-
dad, lograron liberarse de su "vida fantasmal"aburrida.????
Bueno espero tu respuesta.Eduardo

Raquel Mizrahi dijo...

Eduardo:
Se me ocurrió que los personajes son un poco como fantasmas de nuestra creación, no existen sin nosotros. Intentaron liberarse,pero no eran más que letras impresas sobre el papel..
Gracias por leerme.
Raquel

Unknown dijo...

Muy buena entonces tu alegoría,Raquel.No dejás de maravillarme.Te mando un abrazo.Eduardo